EL CAFÉ - I


El olor del café me condujo sin más a querer entrar a ese lugar. El sol en la calle brillaba como el que más en esa mañana tan espléndida en la que la alegría no tenía razón de ser en mi interior, pero aún y así, estaba allí agarrada a un cacho de un pulmón para que con el tintineo de mi caminar no se fuese a caer y quedar lejos de mí. El garito era bonito, con un encanto singular, los camareros muy simpáticos, con cara de cansados pero sus sonrisas no faltaban en su rutinaria pregunta a la clientela, qué tomará? Poca luz, con ventanas de madera y en su exterior unas rejas barrocas que le quitaban el sabor a cárcel, roídas por la lluvia y el frío o, quizás, tan solo un elemento decorativo más dándole ese toque desairado. De repente entró, le miré, no me vio, menos mal, escondida como si detrás de una tacita de café no se me pudiese ver mi corazón empezó a palpitar a mil. El humo del cigarro envolvía todo mi alrededor y las caladas aunque deseadas no me apetecían en absoluto, mi cuerpo es sabio, lo rechazaba pero mi mente tonta continuaba con ello. Cogí la tacita, el café estaba exquisito, no defraudaba ese buen olor que con mi olfato pude saborear antes de entrar. Levanté la cabeza para volver a mirar, ya no estaba, se fue, yo le había visto antes o fue sencillamente un déjà vu, como si le conociera. Me quedé un rato más allí sentada y después marché, el olor de ese café me acompañó el resto del día, creo que volveré a ese lugar.

DULCE NIÑA

Hoy se levantó y tuvo la sensación que todo había terminado, esa niña se fue, la ha abandonado, le dijo, no te vayas, quédate sentada un rato más a mi lado. Ella contestó, no, me aburro, te vas haciendo mayor y ya no te acuerdas de lo bien que lo pasábamos, disfrutando con lo más pequeño e insignificante, sonriendo sin pensar que hubiese problemas, encontrándote con un caballo blanco cabalgando desde el cielo hasta la ventana, buscando estrellas y poniéndoles nombres para seguirles la pista a la noche siguiente, tirando piedras al río y viendo quién la tiraba más lejos, buscando las burbujas de los peces e imaginando que eran pirañas en un lugar tenebroso, y mil cosas más con las que pasábamos el rato y, sin más, hoy al mirarnos al espejo me diste un empujón, por qué lo hiciste? Y ahora me pides que no me vaya?? Pues haberme cuidado, aquí a tu lado me siento cansada, no te dejas arrastrar y casi no me oyes, me marcho lejos de ti para que no me quites lo poco que queda de mí.
Vale, quédate y prometo no volverte a empujar cuando me mire al espejo, jugaremos largos ratos aunque los demás no nos entiendan, y nos reiremos un poco de todos aquellos que dejaron que sus niños se fueran, pero no te vayas mi niña que sin ti yo estoy muerta.
Esta mañana ha colgado un bonito cuadro en un pequeño espacio de su cabeza para poder dejar de ver las cosas que más pesan, hay colores, muchos, azules, rojos, naranjas, amarillos, se entremezclan entre sí y lo iluminan todo creando nuevas ilusiones. Es tan intenso todo que casi se pueden oler los aromas que ese paisaje desprende. Pierde la cabeza o quizás la cordura, no sé que queda después de tanta coherencia, si al fin y al cabo al vivir en su mundo imaginario todo le resulta mucho más claro.
Le ha construido un bonito hogar a su niña querida y ahora ya no se quiere marchar, que bien, le dice, duerme mi niña, duerme ya, descansa dulce y plácida, ahora sé que mañana volveremos a jugar.