LA CASA


La hiedra crece trepando sin más por toda la casa, ya casi no se pueden ni abrir las ventanas. Ese viejo caserón ha quedado en mitad de la ciudad que a un ritmo veloz, al igual que la hiedra, está en constante cambio. En ella vive desde hace mucho tiempo una anciana soñadora, se encerró un día allí dentro y no quiso salir a ver más mundo. En sus paredes cuelga cuadros, los que pinta de lo que imagina, quizás su mundo perfecto. En el suelo miles de escritos, algunos en papeles, otros en el mismo suelo. No tiene puertas, las quitó todas para no encontrarse con muros absurdos, para no tener que esconderse de nada. La luz le llega por el techo de cristal en el que todavía se puede ver el cielo brillando al anochecer. En un cuarto guarda con recelo su gran telescopio, y con detalle puede ver mejor las estrellas, ella dice que si las miras con calma se puede conseguir ver como sonríen. Duerme, cubierta con una ligera manta porque de tanto amar se le terminó el amor y, cada noche, siente el frío de esta soledad que la ha dejado habitando en otro mundo. Siente ligereza en sus carnes, está algo delgada, mira con los ojos brillantes porque su pensamiento siempre está en constante ebullición, circula por su interior a la velocidad del sonido y sus manos no cesan de plasmarlo allá donde se deja. Huye de la tristeza, y escapa con su mejor alegría, pinta y describe las cosas con colores y, la puerta de su casa siempre está abierta, sólo que el mundo que ve afuera, a veces..., le atormenta. La hiedra crece, y el verde cubre la casa, y detrás de todo ese manto insólito en mitad de la ciudad, duerme ella, escribe todavía con pluma y pinta los lienzos con tal hermosura que el mundo si entrara enseguida comprendería. La puerta está abierta, jamás la cerró del todo, por si acaso alguien llega.

DRAGONES


Nada tiene sentido cuando empieza a tener demasiada forma, todo toma forma entonces pierde el sentido. El cielo abrió sus puertas y entraron desde allí todo de fuerzas que iluminaron el día pero tomaron formas desapercibidas y las sintió quién supo verlas. En su luz mis ojos se perdieron y en ello dejé la vida, traspasé la frontera de mi cuerpo y navegué como la mejor de las doncellas, sin más, el tiempo me concedió un deseo y me perdí en la época medieval en la que los caballeros luchaban contra los dragones sin darse cuenta que eran ellos los que el poder poseían, el poder de esa fuerza genial para la vida, con su aleteo y su fuego se defendían, volaban sin más a pesar de ser atacados constantemente. La doncella los miraba en la noche en la cima de la torre del castillo, la doncella estaba triste porque no quería que tuviesen que estar constantemente batallando por lo que era su tierra, su destierro no era nada justo. El dragón se mantuvo frente a ella un buen rato, ella le miró fijamente a los ojos y cómplices con la mirada comprendieron que su destino era el mismo, la doncella elevó su mano pidiendo que la llevase con ella, el dragón agachó la cabeza y se la llevó, para siempre, la pena de la doncella desapareció, si no podía con los caballeros se uniría a la fuerza de los dragones que la protegían y le regalaban todo su amor a cambio de nada. Lo dejó todo y se marchó, sin pena alguna, la doncella, así, perduró.

TÚ-YO


TÚ-YO, YO Y TÚ, UN NUEVO SER QUE NACE ENTRE DOS, SE FORMA A PARTIR DE DOS ESENCIAS DISTINTAS, SE CREA EN LA CONFUSIÓN DE PERDER LOS LÍMITES DEL TÚ Y DEL YO, SE GENERA ENTRE LA CORRIENTE DE UNO Y DEL OTRO, CORRIENTES ALTERNAS QUE ENTRE LA UNA Y LA OTRA VAN CREANDO UNA ENERGÍA PERFECTA, COMPLEMENTO EXACTO DE UN TÚ PARA UN YO, DE UN YO PARA UN TÚ. CÓMO QUERER DEJAR DE PERDERSE EN ESA GRAN INMENSIDAD QUE TIENE UN SER CON OTRO, CÓMO NO DEJARSE HACER, CÓMO DEJAR DE HACER.

TÚ-YO, PRIMERO TÚ, DESPUÉS YO, IMPORTANTE EL ELEMENTO ENTRE LAS COORDENADAS DEL ORDEN, YO SIN TI NO SOY, TU SIN MI NO PUEDES SER. AHÍ ESTÁ EL MISTERIO DEL TÚ Y EL YO, DOS PUNTOS QUE CIRCULAN EN LA MISMA GALAXIA Y SE RODEAN EL UNO AL OTRO, SE ABRAZAN Y SE ABRASAN Y SE HABLAN Y SE COMPRENDEN AUNQUE SIN PALABRAS TODO SE SUCEDE, EN LA DISTANCIA SE BUSCAN Y SE ENCUENTRAN DE NUEVO, TÚ-YO, TU PARA TI YO, YO PARA MI TU.

EL CAFÉ - II


El viento soplaba ligero mientras envolvía sutil con caricias su mejilla, el día estaba algo gris y triste, más bien diría apagado, el sol intentaba asomar la cabeza pero las nubes peleaban con él para que no lo consiguiera, un día revoltoso, en el que todos los poderes de la naturaleza jugaban entre sí para ver quién ganaría finalmente la partida.

Pasó por una cafetería pero no era la misma de la otra vez, resultó no tener el mismo aroma, pero aún y así, con el recuerdo de aquella mañana se aventuró a entrar. Curioso, nada era igual, era totalmente confuso, el ambiente del humo cubría todas las paredes de aquel lugar, aprovechó para encenderse un cigarrillo. El camarero no tenía nada de especial, a pesar de ser primera hora de la mañana arrastraba sus pies algo cansino y, sin dirigirle casi la palabra, con tan sólo un gesto de cejas le vino a preguntar que quería tomar. Vergonzosa apretó la garganta para que su voz se pudiese escuchar con todo el ruido y lanzó tremola y tímida su petición - un café por favor-.

A nadie parecía importarle el día pero ella continuaba intentando averiguar finalmente qué sucedería, sentada allí con su café, sin nada más que observar lo que la vida misma por sí sola haría. Todos se movían como meros autómatas, inexpresivos en sus rostros, no podía creerlo, esto jamás lo haría, no paraba de repetirse una otra vez que el gris es aburrido, es que a caso los demás eso no lo veían? Entró otra vez aquel chico, increíble, cómo pudo ser, la vino a revolver de nuevo, él la miró en la distancia, pareció reconocerla, le sonrío, una sonrisa. El sol empezó a brotar de entre las nubes y un ligero rayo de luz que entraba por la ventana le iluminó todo su rostro, tuvo que entrecerrar los ojos, y se dejó hacer, la vida sin más entró en todo su ser. Giró la vista, descolocada por aquella sensación de saciedad con la naturaleza, e intentó enfocar la mirada hacia el interior, el chico había desaparecido de nuevo. Salió corriendo a la calle, ya no consiguió saber hacia dónde se dirigió, la brisa golpeó su rostro y, en mitad de todo el barullo que nació en su interior tuvo que ser rápida para dejarlo dormido a un lado, continuó por dónde se quedó antes de entrar en ese inhóspito lugar.