EL CAFÉ - I


El olor del café me condujo sin más a querer entrar a ese lugar. El sol en la calle brillaba como el que más en esa mañana tan espléndida en la que la alegría no tenía razón de ser en mi interior, pero aún y así, estaba allí agarrada a un cacho de un pulmón para que con el tintineo de mi caminar no se fuese a caer y quedar lejos de mí. El garito era bonito, con un encanto singular, los camareros muy simpáticos, con cara de cansados pero sus sonrisas no faltaban en su rutinaria pregunta a la clientela, qué tomará? Poca luz, con ventanas de madera y en su exterior unas rejas barrocas que le quitaban el sabor a cárcel, roídas por la lluvia y el frío o, quizás, tan solo un elemento decorativo más dándole ese toque desairado. De repente entró, le miré, no me vio, menos mal, escondida como si detrás de una tacita de café no se me pudiese ver mi corazón empezó a palpitar a mil. El humo del cigarro envolvía todo mi alrededor y las caladas aunque deseadas no me apetecían en absoluto, mi cuerpo es sabio, lo rechazaba pero mi mente tonta continuaba con ello. Cogí la tacita, el café estaba exquisito, no defraudaba ese buen olor que con mi olfato pude saborear antes de entrar. Levanté la cabeza para volver a mirar, ya no estaba, se fue, yo le había visto antes o fue sencillamente un déjà vu, como si le conociera. Me quedé un rato más allí sentada y después marché, el olor de ese café me acompañó el resto del día, creo que volveré a ese lugar.

2 comentarios:

toñi dijo...

Lo has descrito tan bien que yo he podido sentir el aroma de ese cafe y el humo de ese cigarrillo. Yo tambien volveria!!

Un beso

gotitas de amor dijo...

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besos gotitas